sábado, 17 de agosto de 2013

Lo Que Se Oye

Dos amigos caminaban por una calle concurrida y ruidosa de una ciudad soleada del sur de Francia. 
Uno de ellos preguntó: –¿Oyes el canto del grillo? 
–¿Con semejante ruido?, respondió el otro. 
El primero, un zoólogo, tenía el oído ejercitado para percibir los sonidos de la naturaleza. 
No contestó nada a su amigo; simplemente dejó caer una moneda. 
Enseguida varias personas se dieron la vuelta. 
–Oímos sólo lo que queremos oír, señaló él.

Nuestro oído, demasiado a menudo aturdido de informaciones, 
¿está ejercitado para escuchar la voz de Dios? 
Atrapados en un torbellino de actividades, 
corremos el riesgo de permanecer sordos a lo más importante.

Pero, ¿Cómo habla Dios? 
Lo hace por medio de la naturaleza: 
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos… 
No hay lenguaje, ni palabras… Por toda la tierra salió su voz”
(Salmo 19:1-4).
También nos habla por medio de la Biblia. 
Tomémonos tiempo para leerla atentamente, sin prejuicios y con el deseo de conocer a Dios. Quedaremos sorprendidos por el resultado.

Ante todo Dios nos habla por su Hijo Jesucristo, a la vez Dios y hombre. 
Su vida perfecta, su integridad moral, su amor más fuerte que la muerte, 
nos incitan a confiar en él y a conocerle mejor. 
Jesús no decepciona a ninguno de los que confían en él, 
porque a éstos les da lo que nadie más puede ofrecer: la vida eterna.