miércoles, 19 de junio de 2013

Cicatrices De Amor

En un día caluroso de verano en el sur de la Florida un niño decidió ir a nadar
en la laguna detrás de su casa.  Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró
en el agua y nadaba feliz.  No se daba cuenta de que un cocodrilo se le
acercaba.

Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía.
Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía.  Oyéndole, el
niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá.  Pero fue demasiado tarde.  Desde
el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le
agarraba sus piernitas.  La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su
corazón.  El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y
su amor no la abandonaba.

Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y
mató al cocodrilo.

El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a
caminar.  Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le
quería enseñar las cicatrices de sus pies.  El niño levantó la colcha y se las
mostró.  Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y señalando hacia
las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son estas".
Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza.  "Las
tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".


Nosotros también tenemos las cicatrices de un pasado doloroso.  Algunas son
causadas por nuestros pecados, pero algunas son la huella de Dios que nos ha
sostenido con fuerza para que no caigamos en las garras del mal.